" La moda es arte y la relación entre estos universos es muy estrecha. Ambos son medios de expresión de gran potencia que crean objetos no solo bellos si no también, capaces de emocionar ". ( Giorgio Armani)
Viven entre otras prendas, detrás de mostradores, entre perchas y probadores, acumulando pruebas y miradas. Con su tocar suave de buena calidad, con la expectativa de que aparezcas y la veas. Como si te estuvieran esperando.
Existe la teoria de la atracción de los objetos, ya sabéis: Campos magnéticos, movimientos de rotación y translación y fuerzas de gravedad. Somos y vivimos en campos de energía.
Si nos sentimos atraídos por otras personas que nos llaman desde el desconocimiento y la sin razón, lo mismo ocurre con la ropa, el magnetismo no entiende de razones.
A las prendas de vestir les sale la voz, como de un silencio alto, con su sinfonía de formas y colores. ¿Nunca os ha ocurrido entrar en una tienda y sin saber por qué fijáis la atención en una determinada prenda, como si te llamara desde la soledad?.
Estas prendas de vestir son para nosotros objetos de culto, nos completan y hacen que nos sintamos cómodos y conjuntados. Su belleza se nos insinúa aún antes de probarlas. Expresan su sintonía con nosotros, algo más allá de su interés como vestido.
Cada uno tenemos nuestra prenda u objeto fetiche. Esos que hemos encontrado al mandarnos su señal de primavera anticipada.
Pues bien, este post va dedicado a ellas. Las que habitan en silencios auténticos, que nos visten porque están hechas para nosotros. Suelen ser atemporales como los buenos amigos, el buen guiso y el buen vino. Si fueran canción, tararearían al compás de la música que le pusiéramos, esa que bulle en nuestro interior.
En fin, prendas que conviven con nosotros en una disidencia de la normalidad, cuando ya empezamos a estar hartos de dar muchas vueltas y sabemos que hay gatos que al atardecer, son más príncipes en su casa.